lunes, 18 de agosto de 2008
El farol del flop bajo, escribe Dan Glimmne.
La razón es que los jugadores que vienen después de mí casi nunca tienen cartas tan débiles, y por eso finjo que yo las tengo. Si lo consideras, parece muy probable que un jugador que está oligado a jugar (la ciega grande) tenga una pareja baja en ese flop. Al hacer mi raise, me aprovecho de esa manera de razonar. Además, persisto hasta el river, pero sólo si se cumple con las siguientes condiciones:
1. Estoy en la ciega grande, o soy la ciega pequeña y la grande ya no participa si apuesto en el flop. Si soy la ciega pequeña, y la ciega grande iguala mi apuesta, supongo que tiene cartas fuertes y ya no apuesto, a no ser que tenga yo mismo un top pair o algo mejor;
2. Nadie sube. Si alguien resube mi apuesta y yo no tengo nada, abandono. Admito que mi farol no ha sido exitoso y que no quiero despilfarrar dinero;
3. No salen cartas fuertes (es decir J o más alto), o una carta que le permita a un adversario formar un color o una escalera con una carta de su mano.
Por mi experiencia, sé que esta estrategia es muy exitosa siempre y cuando no salgan cartas peligrosas. Inténtalo si tienes la ocasión, sobre todo si estás en la ciega grande, y la pequeña ya no participa; pero ¡no olvides que tú no eres el único jugador que acaba de leer estos consejos!
Diviértete en las mesas.
Dan Glimne es experto en póquer de Unibet. Publicado originalmente en Unibet Poker.
domingo, 17 de agosto de 2008
¿Qué necesito para ser un ganador en el poker on-line?.
Bueno, tras dos añitos dándole al poker on-line (y algo en vivo) trataré de resumir mis impresiones enumerando lo que yo considero las “necesidades” básicas de un jugador de poker on-line:
1) Saber de que va esto del poker
En mi opinión sólo hay una manera de saberlo y es jugando, muchas, muchísimas manos. Mis inicios fueron en el poker con límite que hace dos años era una modalidad viva y digamos, mayoritaria. Mucho ha cambiado desde entonces (a favor del No Limit) por motivos por todos conocidos (prohibición en Usa, poker en televisión, etc) pero…
a) Darme cuenta de que el poker es un juego de pequeñas ventajas, donde hay que trabajar muy duro para pulir leaks o defectos en nuestro juego que en el largo plazo (si, el único que existe) suponen incrementos ínfimos en las BB/100 que ganamos.
b) Un control del tilt y una forja de mi carácter pokeril. En NL participamos en muchas menos manos y si bien, cuando lo hacemos, invertimos cantidades más grandes, los “badbeats” en Limit son sufridos en tus propias carnes con una frecuencia mucho mayor. Esto hace que continuamente te enfrentes a tus propios demonios y experimentes con las subidas y bajadas inherentes al poker.
Hoy en día hay muchas maneras de iniciarse en el poker. Personalmente no te recomiendo que lo hagas jugando play money ya que el poker que se juega ahí está muy viciado (es, diríamos, poco serio) y puede hacerte coger esos leaks que luego tendrás que quitarte a fuerza de trabajar muy duro.
Busca páginas que te den dinero gratis por empezar con ellos y comienza a jugar con dinero real. Si es tu propio dinero (y puedes permitírtelo) mejor aún ya que si te “duele” seguro que pondrás una mayor atención en aprender.
De nuevo, estas herramientas se pueden obtener de manera “gratuita” si eres lo suficientemente hábil para buscar cómo (qué bien ¿eh? es todo gratis y paradisíaco).
Si eres un torpe con la informática ya puedes ir poniéndote las pilas, al fin y al cabo, ¿qué haces jugando a esto por Internet si tanto aborreces la tecnología?
El bankroll es el dinero que tenemos para jugar al poker y evitar arruinarnos en una mala racha. Punto pelota.
b) Juega lo más alejado de tus emociones que sea posible. Sobre la mesa de juego las emociones tienden a distraer y nublar nuestra percepción del juego, nos hacen vulnerables. Guardate las emociones para las modelos de 24 años y el ego para cuando luego se lo cuentes a tus amigotes.
c) Aprende a abstraerte del valor real del dinero. Si quieres ir subiendo del nivel (y en principio este es el objetivo) debes acostumbrarte a ganar y perder grandes cantidades de dinero en el mundo real. Evita la “aversión al riesgo” sobre todo si juegas No Limit.
Casi todo el mundo coincide en que el poker es algo que nunca se domina por bueno que sea uno. Si dejas de lado cualquiera de estos aspectos que hemos citado te estancarás.
La ascensión en el mundo del poker es como subir en bici por una empinada colina, si dejas de pedalear no sólo te pararás sino que caerás pendiente abajo.
Good luck!
P.D: Si juegas al poker por Internet te aconsejo que sigas la actualidad referente al poker por el propio medio. Leer noticias del mundillo te ayudará a mantenerte al día te rumores de cierre de salas, trampas, bonos y promociones, etc.
Además se supone que si haces esto es porque te gusta. No conviertas tu escapatoria del mundo real en algo más aburrido que el propio mundo real.
Autor: Boltrok
viernes, 15 de agosto de 2008
"Hola, me llamo Negreanu y soy jugador de póquer" La fina línea que separa al jugador del ludópata por TheBigTrujillano
Pero lo que tampoco quiero hacer es que esto se convierta en una especie de alegato sobre las hipotéticas virtudes y especiales cualidades que hacen del jugador de póquer alguien inmune a cualquier atisbo adictivo, bajo el pretexto, frecuentemente utilizado, de que el azar no desempeña en el póquer un papel preponderante. Cualquier coraza es destructible cuando de ludopatía hablamos.
Es cierto que ese azar, que planea de manera casi absoluta en otro juegos (bingos, ruletas, loterías, tragaperras…) es el elemento detonante de la conducta enfermiza que define al ludópata.
Parece claro que todo juego sobre el que no cabe ningún tipo de control humano, sobre el que no podamos integrar la habilidad del jugador en el resultado final del juego en cuestión, acaba siendo un juego que esclaviza al sujeto, convirtiéndole en presa de seguras pérdidas económicas.
El elemento de aleatoriedad mencionado, que reduce las posibilidades de beneficio al mínimo se une, sin embargo, a esa innata condición del ser humano de intentar obtener unas ganancias extraordinarias de manera anómala, fuera de lo que llamaríamos los “cauces habituales” (principalmente el trabajo) lo cual provoca estados de ánimo eufóricos, irracionales, alterando la respuesta mental lógica, que sería la de desechar esas vías alternativas que con toda seguridad no van a darnos ese ansiado futuro sin problemas económicos.
Las diferencias del póquer como juego de cartas donde el jugador puede perfeccionar en gran medida su técnica para alcanzar la victoria y con ella rendimiento económico en relación con los otros juegos antes mencionados es, aún con todo, palpable.
Juegos como el bingo o las loterías, de mecánica sencillísima y que no exigen acción alguna por parte del jugador, basan su capacidad de atracción en la multiplicación de lo invertido por cifras muy altas, pero un cálculo básico de probabilidades indica que la posibilidad de ser ganador es ínfima.
Y aún así, repetimos experiencia y aumentamos las inversiones, convencidos de que el factor frecuencia o el de mayor inversión aumentará nuestro porcentaje de hipotético éxito.
Y llegamos al juego con mayor capacidad adictiva de todos, las máquinas tragaperras, siendo precisamente el que menos opción de beneficio ofrece.
El engaño de estas máquinas está perfectamente pergeñado. Se ofrece un retorno sobre la inversión fijo, como primer cebo. Se monta un escenario atrayente, que engatusa al jugador, embotando su normal capacidad de discernimiento, con música y luces aparatosas y casi hipnóticos (de hecho producen un premeditado impulso cerebral, como pasa con las luces de discoteca o con esos mensajes subliminales que se decía nos metían en los espacios publicitarios).
Se preparan los mecanismos de la máquina para que nunca sea el jugador el que obtenga el mayor rédito. Y se colocan en lugares de fácil y frecuente acceso, en convivencia diaria con los hábitos del ciudadano medio.
Le sumamos a todo lo dicho esa ficticia sensación de control o manipulación de la suerte, a modo de botones o palancas de uso, de supuestos ciclos de ganancias y de ese aprovechamiento de los temibles “momentos calientes” de la máquina y ya está todo dispuesto para activar el “clic” mental de la adicción, de esa irrefrenable tendencia a repetir la acción hasta la extenuación para reparar las pérdidas anteriores.
Es evidente que en lo relativo al póquer se produce un alejamiento del factor dependencia, en tanto en cuanto el elemento azar queda más diluido. Pero no nos engañemos, ya que anular por completo el azar no es posible, todo lo más y no es poco, llegaremos a reducir su influencia, pero siempre a largo plazo, jugando muchos cientos de miles de manos y perfeccionando nuestra habilidad y conocimiento de las tácticas.
Pero el porcentaje de jugadores que reúnen estos requisitos no es alto, siendo la presencia ocasional la que más define al aficionado al póquer. Nuestras mesas están repletas de jugadores “amateurs” que aprendidas, a veces con pinzas, las reglas del juego, efectúan sus ingresos para poner a prueba hasta dónde su talento les puede llevar en términos económicos.
Parafraseando a Phil Gordon, que comentó que la aparición de libros sobre póquer produjo un efecto de “democratización” en las mesas (todo el mundo empezó a leer las consignas de los expertos y se lanzó a las mesas a ponerlas en práctica, convencidos de poseer la piedra filosofal), es claro que el póquer “on line” ha producido el mismo efecto. Cualquiera puede compartir acción en esas mesas con el más avezado de los profesionales en supuesta igualdad de condiciones y eso supone un incentivo (y un peligro) añadido. Sobre todo si se entra sin la preparación adecuada.
Voy a apartarme, aunque no definitivamente, del perfil del jugador profesional o semipro, que ha dedicado un esfuerzo importante a estudiar el trasfondo matemático del juego, que domina y respeta los principios de gestión del “bank” o de los vaivenes de la varianza y que ha llegado a un punto en que ha minimizado al máximo cuestiones como la emotividad o la impulsividad, de tal manera que no permite que las emociones se mezclen en su ritmo de trabajo.
Quiero centrarme en el jugador ocasional y poco formado, el que simplifica el póquer bajo endebles premisas del tipo “ya sé jugar”, “he oído que puedo llegar a ganar mucho dinero”, “las mesas está repletas de jugadores ingenuos y fácilmente vencibles” o “cómo me gustaría dejarlo todo y dedicarme exclusivamente al póquer, porque estoy capacitado para ello…”.
Recordemos que la ludopatía es una enfermedad de difícil curación, que de producirse, exigirá una especial atención por parte de familiares y amigos, una exhaustiva vigilancia sobre ese enfermo y una búsqueda de la reversión de su comportamiento, en manos de profesionales, con terapias específicas.
Los daños en lo personal, en lo afectivo y en lo económico que sufrirá el ludópata hace muy aconsejable mucha precaución previa y que cada uno, o el entorno que nos rodee, podamos responder ante cualquier señal de peligro que se presente. Como pudieran ser las siguientes:
1.- La inmadurez, tantas veces repetida, pero que es el principal caldo de cultivo de la adicción.
En determinadas edades el intelecto está por desarrollar, las conductas son aún irreflexivas y viscerales, no se ha recorrido camino vital como para dar al dinero la consideración que merece, se es demasiado idealista, no se admite la derrota con templanza (el joven es, por lo general, soberbio y rebelde) y no se ha establecido una jerarquía de prioridades en la vida.
2.- La obcecación en la percepción errónea de nuestro nivel y en la supuesta habilidad adquirida.
No todos pueden ser jugadores de póquer estables y ganadores. Y cuanto antes reconozcamos que quizá no valgamos para este juego y afrontemos una honrosa retirada, mejor será. Si hemos ingresado x veces, con los mismos malos resultados, quizá sea el momento de pensar que, por la razón que sea, nuestra capacidad para el póquer es escasa o nula. Y no persistamos en busca de la recuperación, porque será el comienzo de la caída.
3.- Tomemos el póquer como una afición que nos substrae durante unas horas semanales de nuestra rutina, disfrutemos de esos ratos y nunca supeditemos nuestros hábitos a favor del juego.
Poco a poco, según vayamos progresando, podemos aumentar nuestra dedicación (tampoco es cuestión de desaprovechar nuestras posibilidades si las vamos adquiriendo con pasos firmes y organizados) pero NUNCA dejemos que el póquer sea una obligación que nos aleje de los estudios, de una trayectoria profesional gratificante o de cosas más mundanas como un viaje con tu pareja, un fin de semana de juerga con tus amigos o hasta esa colección de sellos que llevabas años mimando.
4.- Cuidado con tomar referentes inalcanzables y dejarse embaucar por el lado más aparente de este juego.
Es cierto que a diario leemos y hasta convivimos con jugadores de gran nivel, que ganan cantidades de dinero enormes y de forma regular. Pero que quede claro que muy pocos llegan hasta ahí y marcarse objetivos irreales es el más fácil desencadenante de frustraciones que existe. Querer imitar a nuestro “héroe” puede ser un error irreparable, sobre todo si no reconocemos que no podemos llegar a esos niveles.
Y de paso, una petición, en mi modestia, a estos referentes: la difusión indiscriminada de datos de ganancias aporta muy poco en el enriquecimiento de los lectores de los mismos. Es admirable el tiempo que esos grandes jugadores dedican a compartir sus conocimientos, pero ese afán (humano) de prodigarse con la info diaria de sus inconmensurables progresos es dinamita pura en manos de mucha gente que no sabe digerirlos. Un poco de prudencia, siquiera de cara a evitar “castillos en el aire” sería muy recomendable por su parte.
5.- Una última cuestión, más de perfil psicológico del jugador de póquer-potencial ludópata.
Ciertas personalidades caracterizadas por problemas personales, escasa capacidad para las relaciones sociales, cierta introversión o hasta con complejos físicos o de comportamiento son serios candidatos a tomar el póquer “on line” como refugio, como válvula de escape, como un lugar donde se sienten seguros y hasta triunfadores por primera vez.
Y por ello, reclamo del entorno de este tipo de personas una atención máxima, no parece que decantarse por el juego sea la mejor solución a sus problemas.